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14 años de "Las calaveras están por allí, escondidas" de Gilbert Delgado Fernández (Entrevista, 2011)

Este 2025 se cumplen 14 años de la publicación de Las calaveras están por allí, escondidas (2011), una obra que ha dejado huella en la literatura lambayecana por su estilo singular y su profunda exploración de la memoria y la identidad. Escrita por el destacado narrador y crítico literario Gilbert Delgado Fernández, la obra se distingue por su riqueza simbólica y su particular manera de entrelazar la tradición oral con la experimentación estética. A lo largo de estos años, Las calaveras... ha seguido despertando el interés de lectores y estudiosos, consolidándose como una referencia clave en el panorama literario regional.


Hoy quiero compartir con mis lectores una entrevista que realicé al escritor peruano Gilbert Delgado Fernández, un autor con el que tuve el privilegio de trabajar en la compilación de parte de su obra para la publicación Literatura Lambayecana: del texto al contexto (2024).


La conversación que leerán a continuación ocurrió en noviembre de 2011. Por entonces, yo era un joven universitario, estudiante de Educación con especialidad en Lengua y Literatura en la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo. Vivía inmerso en la fascinación por la Literatura—y aún lo estoy—, contagiado por el entusiasmo que nos dejó el Nobel de Literatura otorgado a Mario Vargas Llosa en 2010.


La entrevista tuvo lugar en la entonces Dirección Regional de Cultura, hoy Dirección Desconcentrada de Cultura, en la ciudad de Chiclayo. Recién habían presentado Las calaveras están por allí, escondidas, del escritor, narrador y crítico literario pomalqueño Gilbert Delgado Fernández. Un libro vibrante, sugerente, lleno de misterio.


Recuerdo bien esos días. Junto al diseñador Eduardo Gómez Buenaño, nos encargamos de la corrección y diagramación del libro. La portada, por cierto, una genialidad de Eduardo, una de esas imágenes que se te quedan grabadas.

Por entonces, aún con el fervor del Nobel de Vargas Llosa, junto a Gilbert y otros docentes fundamos MACOTEX (Maestros Constructores de Textos), un proyecto que nació con una idea clara: ayudar a los docentes a publicar sus libros. Porque la literatura no debía quedarse solo en el aula, sino trascender, volverse tangible, convertirse en libro.



Poratada del libro "Las calaveras están por allí, escondidas" de Gilbert Delgado Fernandez  (2011).
Poratada del libro "Las calaveras están por allí, escondidas" de Gilbert Delgado Fernandez (2011).


Seré honesto: más que una entrevista, aquello terminó siendo una clase magistral de Literatura. Una de esas charlas en las que uno escucha, asiente, toma nota y, sobre todo, aprende.


— Estimado profesor Gilbert Delgado, gracias por la entrevista. Quisiera comenzar hablando de su reciente publicación Las calaveras están por allí, escondidas. Para ello, mi primera pregunta es la siguiente:

El ojo matemático cree haber encontrado dos errores métricos en el poema que inserta en Las calaveras.... ¿Qué piensa al respecto?


— De seguro que hay más de dos. Sin embargo, a un poema hay que tratarlo más allá de la mera cuantificación. Voy con un ejemplo:

Viene por las calles

A la luna parva

Un caballo muerto

En antigua batalla.

(…)

José María Eguren.

El ojo matemático— como lo has llamado— notará que el cuarto verso consta de siete y no de seis sílabas métricas, como los demás, y se erigirá orondo y a viva voz como quien descubrió un error en Eguren. Es el ojo acostumbrado a identificar las consabidas figuras literarias y a contabilizar sílabas métricas, pero que no llega a más.


— ¿En qué consiste ése llegar a más?


— Para eso, hablemos un poco del ritmo. Eguren ha estructurado sus versos en pies binario graves o trocaicos (óO) que originan un efecto auditivo semejante al que ocasiona el paso suave del caballo (“más tarde se escuchan / sus lentas pisadas...”). En eso consiste la musicalidad del poema. Este recurso se denomina onomatopeya; sin embargo, no hay que confundirlo con las voces onomatopéyicas que aprendemos en gramática. Vamos con el análisis:

Vie-ne / por- las / ca-lles

                                                    ó    O     ó     O      ó    O

A - la / lu - na /par - va

                                                     ó   O     ó    O    ó      O

Un ca / ba – llo / muer - to

                                                   ó   O     ó     O       ó       O

En - an / ti - gua / ba – ta - lla.

                                                 ó    O     ó     O      O     ó     O

Se habla de un caballo y se reproduce mediante elementos fónicos el suave sonido del paso del caballo. Es lo que Lotman ha denominado “semantización de los rasgos formales”. El ‘problema’, sin embargo, parece radicar en el último verso y, específicamente, en la palabra resaltada. El pie métrico ha variado. Esta vez, el poeta ha utilizado un trímetro grave o anfibráquico (OóO). ¡Ahora sí se equivocó! No seamos tan ligeros. Agreguemos a nuestro listado de figuras literarias un recurso estilístico que Carlos Boussoño en su Teoría de la expresión poética denomina Ruptura de sistema. Si bien es un recurso poco usual, es también uno de esos recursos que tramontan el mero inventario y se capta mediante la emoción originando eso que las estilísticas desde Dámaso Alonso en su clásico Poesía española… denominan “goce estético” y que nos repite constantemente el maestro Andrés Díaz Núñez. La explicación racional, sin embargo,  puede cubrir o no las expectativas. Eso depende de la profundidad del crítico y de la sensibilidad del lector.


De hecho que la palabra batalla originó una desazón en nuestro espíritu. No sólo elongó el verso, sino que destruyó el ritmo. Vamos con la interpretación. Se habla de un caballo y al instante lo identificamos como un elemento occidental de actuación decisiva para la invasión. Evocamos la ruptura de un sistema armónico —eso siguiendo a Garcilaso— como lo hubo constituido el imperio incaico. Sistema roto: ruptura de sistema. La palabra elegida para romper la armonía rítmica es, precisamente, batalla porque sintetiza el desorden, el caos que se percibe mediante la disonancia que ha originado en el verso así como por los códigos históricos que entraña y que nos trasladan a otro ámbito semántico: una crítica subrepticia de la invasión hispana y de sus efectos nefastos en América.


— Y, ¿con respecto de tus versos?


El caso es análogo. Uno de los versos que ha quedado en la mera cuantificación del crítico es “al arrobo del mélico clamor”. Hay una preponderancia hacia los decasílabos en los versos anteriores y al contar once en éste, sin más argumentos para una explicación, se señala como error.


Harías el favor de explicarnos el procedimiento y el efecto que se espera con este  recurso.


Sí. Repasemos la estrofa en cuestión:

Descendí de la yegua y silente,         10

al arrobo del mélico clamor,              11

 ausculté el boscaje y, de repente,     10

 en un claro, surgió la visión.              10


Mélico: melodioso; clamor: ya no tan melodioso; la deseperación se ha sobrepuesto al arte. En el poema, lo que escucha el personaje se debatirá entre el canto y el llanto (mélico – clamor). Al igual que en el poema explicado de Eguren, si esta vez aparece un endecasílabo es por la ruptura de sistema: la palabra clamor ha roto el esquema perfecto de trímetros agudos o pies anapésticos (OOó) con un pie incompleto o cataléctico (OOó OOó OOó O), que sumaban diez deviniendo en once. La sensación que nos trasmite el cambio de ritmo constatado con la elongación del verso, busca parecerse a la que sentirá el personaje al notar el canto trocado en llanto.

Des-cen-dí / de-la- ye / guay-  si – len / te,

                                        O     O   ó     O   O   ó      O      O     ó     O 

      

                                       a- la- rro / bo- del- mé / li- co-  cla- mor,+1

                                       O  O   ó       O   O     ó      O  O    O      ó    O

                                   aus- cul- té’l / bos- ca- jey, / de- re- pen / te,

                                      O    O    ó        O    O    ó       O   O    ó       O

                                       en- un- cla / ro,- sur- gió / la- vi- sión/ +1              

                                        O   O     ó     O     O     ó     O   O     ó      O


¿Y el otro verso?


— Otra elongación: “El espíritu indiano padece y no gime”. Ahora, el problema radica en que se contabilizan trece (no catorce como se indicó) y no diez sílabas métricas como ‘debiera ser’. El esquema rítmico sigue siendo el mismo, sólo se le ha dado un pie métrico de más:

El- es- pí / ri – tuin – dia / no – pa – de / cey - no – gi / me

                           O   O   ó     O      O      ó     O     O     ó      O     O    ó      O

El redoble de tambor en el circo, sobre todo en los números de trapecio, crea un suspenso que obliga al espectador a dirigir sus sentidos a un punto específico, a concentrarse en una situación trascendental. Lo trascendental en el poema es lograr la convicción de la autenticidad del mismo como de autoría de José Santos Chocano. Por criterio de veracidad se apela a su temática y personaje preferido y se lo resalta: el indio. La subdenominación de poemas indoamericanos en su Opus mágnum o el título de Oro de Indias, dicen mucho de esto.  De ahí, que no sea casualidad ni traspié que justamente en este verso se opte por el Suspense al elongar el ritmo con la finalidad de inculcar y persuadir al lector con respecto de la originalidad del poema.


—     Dime, ¿qué concepto tienes de una buena narración?


— Una cosa es elaborar un texto que conserva los rezagos de la tarea de resumir de la educación secundaria, es decir, dejar reducido todo el caudal de información a unos cuantos adjetivos; y otra, muy distinta, es narrar. En un resumen nos bastaría, con respecto de Ulises, por ejemplo, con calificarlo de “sagaz” al margen de la burla al cíclope Polifemo y la estratagema del asalto a Troya mediante el célebre caballo de madera, entre otras audacias. Ya sabemos que detrás de ese “sagaz” hay toda una serie de acciones que nos persuaden de ello sin que haga falta que el narrador mismo lo diga. El que “Ulises era un griego muy sagaz”, por ejemplo, podrá ser un enunciado narrativo, pero no una narración propiamente dicha. La idea de la cualidad nos ha quedado impregnada por la convicción a que nos conduce el relato con respecto de las características endilgadas hacia aquel personaje y sus acciones que la refuerzan.


—     Y, ¿cómo se consigue trabajar adecuadamente al personaje?


Al personaje no basta con rotularlo, hay que configurarlo. Éste es un indicador de la asunción seria del oficio de escritor. Al lector asiduo no va a convencer un texto que tire a resumen; sin embargo, lo encandilará una verdadera narración con situaciones y desempeños antes que con calificativos. El limitar la exposición a calificativos no es narrar; es resumir. El argumento trasciende a la mera acción.

El personaje Dupin, de Edgar Allan Poe, y el personaje Robert Langdon, de Dan Brown, lo mismo que el bíblico rey Salomón; nos dejan la convicción de su envidiable inteligencia y sabiduría no por un simple calificativo asignado por el narrador, sino por toda la elucubración que ha permitido al autor parir las acciones que exigen los desempeños eónicos de sus personajes.


—     Y, ¿el antihéroe?


—     A mi juicio, tiene una dimensión pedagógica. Se aprende por asimilación y se aprende también por rechazo. El aprendizaje por asimilación es el más sencillo. Es la continuidad, la tradición. El aprendizaje por rechazo exige otros procesos encabezados por el juicio crítico. Es la ruptura, la innovación. El patrón de conducta propio del antihéroe ofrece la posibilidad de ensayar el aprendizaje por rechazo. Así como él se comporta es, precisamente, como no debemos comportarnos.

Al igual que la sagacidad y la sabiduría orientados al buen término que caracterizan a los personajes citados párrafos arriba, está, en un sentido opuesto, el caso del pícaro, por ejemplo. La magia del Lazarillo no radica en que un autor lo haya calificado de pícaro, sino en que la serie de situaciones en las cuales debe emplear su inteligencia desprendida de cualquier freno moral instala en la mente del lector el calificativo, aunque éste no sea atribuido al personaje en ningún momento del relato.

—     Entonces, ¿cuál es el procedimiento para lograr la configuración de un personaje inteligente, por ejemplo?


—     El requerimiento mínimo es ser también inteligente. Nadie dice “hoy voy a portarme como una persona inteligente” y lo logra. “Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser”, como se oye en la canción. El trabajo que demanda configurar a un personaje con las características deseadas no debe ser soslayado por un buen narrador, pues serán las acciones y los desempeños de éste, así como las expresiones puestas en sus labios, las que dejarán en el lector primero esa sensación, luego esa convicción de inteligencia. Actualmente, un truco muy recurrido para aparentar un conocimiento bien documentado y una ilustración oceánica, lo constituye el Internet; sin embargo, cuando el conocimiento utilizado desborda la intención el producto se asemejará más a una enciclopedia de temas académicos que a un texto narrativo.


—     ¿Para ser buen narrador hay que ser primero buen poeta?


Es una expresión cliché: “Todo versificador es buen prosista; pero no todo prosista es buen versificador”. La destreza de Bécquer y de Darío para ambas formas bien amenazaría en consolidar la idea, pero no a elevarla a la categoría de ley. Aprovechemos para extender la denominación de poeta sosteniendo que no está limitada sólo a quien cuenta sílabas métricas y coloca rimas o a quien, en el otro extremo, opta por el caos estructural y la significación críptica. Puede darse el caso, y de seguro lo hay, en que un cuento contenga más poesía que un soneto. Es que la impresión estética suscitada en el lector puede ser alcanzada mediante todas las formas literarias conocidas; de ahí que poeta no sólo sea el versificador, sino también el dramaturgo, el cuentista, el novelista cuya obra merezca, desde luego, por criterio y voz mayoritaria, tal galardón.


— ¿El uso de técnicas modernas garantiza una buena narración?


— La limitación de la elaboración textual al aspecto formal es una moda que entorpece el modo correcto de entender la técnica. Descuidar la profundidad del pensamiento, la coherencia del razonamiento es atentar en contra del equilibrio que han hecho inmarcesibles a la Biblia, las epopeyas homéricas, El Quijote… Mira, muchas películas en blanco y negro, esas antiguas, hoy mueven a risa por lo obvio de sus trucos, la sencillez de sus efectos especiales; sin embargo, una porción de ellas, debido a su descollante argumento vuelven a ser llevadas a la pantalla con la intención de revivir el éxito obtenido y mueven también a risa, aunque en sentido contrario, puesto que a pesar de la complejidad de la técnica moderna no alcanzan la profundidad del contenido de origen. ¿Cuál es el punto? La ruptura del equilibrio. De nada sirve la técnica si no va de la mano con el contenido. La técnica no es sólo forma; es la forma más provechosa que se da al contenido. La técnica por sí misma no constituye poesía. Una misma técnica podría impresionar o pasar inadvertida, según el tratamiento que le dé el autor.


 — ¿Cuál consideras que sea el mejor estímulo para un buen contenido?


— El estímulo para un buen contenido lo proporciona la vida misma, el contacto hombre—naturaleza u hombre—sociedad real; no esa realidad alucinada producto de la ingerencia de fermentos. Algunos trasnochados siguen creyendo en el mito del poeta ebrio o en el concepto romántico del hálito deificatorio que los envuelve por haber sido señalados para el oficio y dotados con la habilidad ‘por el índice divino’. Luego, sus razonamientos intrincados y sus expresiones caóticas hay que entenderlas como genialidad o excentricismos propios del Artista Elegido.


—     ¿Algún consejo final, sobre todo para los estudiantes que aspiran a la literatura en cualquiera de sus formas de expresión?

— Esto me agrada. No te quejes si tu obra resulta superficial, carente de vida si, a la vida misma, has querido burlar suplantándola por estados que te aproximan más bien a la imbecilidad o a la muerte. No te dejes seducir por esa Musa Letal que arrastra a los incautos. Llévate este pensamiento:


Musa Letal

Bebes para crear.

Quieres que tu creación

sea profunda.

Ser profundo implica

ser inteligente.

¡El inteligente no bebe!


Algo que quisieras decir para cerrar.

— Sí, que es común señalar los errores donde son fácilmente captados por todos; lo inusitado es desentrañar las bondades inadvertidas por el común de la gente. Ahí, radica la diferencia entre el crítico y el lector común.


—     Nuevamente, gracias.

—  Nuevamente, de nada.



Chiclayo, noviembre de 2011.

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