Hace un par de días apareció una noticia bastante festejada: una promoción de cierto colegio, la promoción entera, había ingresado, luego de amanecerse varias semanas, a la Universidad de San Marcos.
Los escolares del colegio Juventud Científica, de El Agustino, alcanzaron un cupo en el exigente examen de admisión de la ‘Decana de América’. Incluso, siete de ellos alcanzaron los primeros puestos en las distintas especialidades a las que postularon. | Fuente: RPP
No desmerezco ni un poco el esfuerzo de esos muchachos -nuevos abanderados del trajinado slogan "el que estudia triunfa"- pero la noticia, aparentemente edificante, no hace sino traslucir uno de los graves problemas de nuestra educación actual: creer que la secundaria es una mera preparación para el examen de admisión y que ese es su motor y motivo.

Mi pregunta -que no me parece en absoluto impertinente- es: ¿cuántos contenidos y qué habilidades no presupuestados en ese examen de admisión han sido sacrificados por las autoridades de ese colegio en pos de esa meta coyuntural y publicitaria?
¿Realmente es el norte de un colegio secundario preparar durante años a sus alumnos exclusivamente para un examen de opción múltiple? ¿Cuántas horas destinadas a la reflexión sobre la realidad, el pensamiento crítico, la lectura de los clásicos, la discusión humanista, el arte, el cine, el teatro, han sido dejadas de lado para que esa institución pueda tomar una foto a esa promoción y pavonearse de su logro destinado al periódico de ayer?

¿Cuánto fortalece celebrar esa meta la convicción de muchos padres de familia de que la razón de ser de nuestra educación es acceder a una plaza universitaria y sacar un cartón, así la visión del mundo de esos egresados sea tan estrecha como el ojo de una aguja?
Siempre he creído que los colegios preuniversitarios son una perversión que está absolutamente enfrentada a todas esas necesidades destinadas a formar ciudadanos integrales que menciono más arriba. Como también lo es aquella costumbre sin la menor base pedagógica -pero sí con fundamentos muy mercantilistas- de adelantar el ingreso a las universidades a la mitad de quinto de secundaria, porque así dichas instituciones tienen varias pensiones aseguradas con bastante anticipación.
Ambos elementos nefastos fueron engendrados -cómo no- por el fujimorismo pragmático que hizo de nuestra educación un negocio insensible a la formación de nuevos peruanos enterados y críticos.
Por eso no hay nada que celebrar. Y sí mucho que objetar y discutir.
Tomado de Facebook
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