La importancia de enseñar a ser feliz
- Raúl Febles Conde
- 24 mar
- 5 Min. de lectura

Hace unos días, a propósito de celebrar el Día Mundial de la Felicidad, quería escribir este artículo. Me parecía importante reflexionar sobre cómo la educación puede ayudarnos a construir sociedades más justas y felices. Me parecía muy relevante hablar sobre la importancia de enseñar a ser feliz. Sin embargo, como suele suceder, los días transcurrieron entre reuniones, clases y compromisos, y recién hoy logro sentarme a escribir estas líneas. Tal vez el mensaje de este artículo sea justamente ese: necesitamos más espacios para pensar en la felicidad, no solo como un objetivo personal, sino como una meta social en la que la educación juega un papel central.
El Informe Mundial de la Felicidad 2025
Desde 2012, el Informe Mundial de la Felicidad (World Happiness Report) se ha convertido en una referencia fundamental para comprender qué hace felices a las personas y cómo podemos construir sociedades más equitativas y prósperas. Este informe, elaborado por la Universidad de Oxford en colaboración con Gallup y el Sustainable Development Solutions Network de la ONU, analiza diversos factores que impactan en la percepción de bienestar de las personas, como el nivel de ingresos, la calidad de las relaciones sociales, la confianza en las instituciones y la solidaridad comunitaria. Según este informe, los 10 países más felices del mundo, en orden, son: Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suecia, Países Bajos, Costa Rica, Noruega, Israel, Luxemburgo y México.
Para los investigadores sociales y los docentes, este informe es una herramienta valiosa. Nos permite entender cómo las condiciones estructurales influyen en la felicidad y, más importante aún, cómo podemos transformar la educación para que nuestros estudiantes no solo adquieran conocimientos, sino que también desarrollen habilidades y actitudes que les permitan vivir vidas más plenas y significativas.
Principales conclusiones del 2025
El Informe Mundial de la Felicidad 2025 revela datos interesantes sobre América Latina. Si bien los países nórdicos siguen liderando la lista de los más felices del mundo, algunos países latinoamericanos presentan mejoras significativas en la percepción de bienestar.
Las investigaciones demuestran que los beneficios de los actos benéficos dependen de por qué y cómo las personas hacen cosas por los demás.
Tanto quienes ayudan como quienes reciben, experimentan una mayor felicidad al cuidar y compartir en el contexto de las tres C: Conexiones afectivas, Elección e Impacto positivo claro. (caring connections, choice, and clear positive impact)
En 2024, la ayuda a desconocidos se mantiene significativamente más alta que en 2017-19 en todas las regiones del mundo, con un promedio global del 18 %.
Esperar amabilidad de los demás es un predictor más sólido de felicidad que los daños importantes, reales o esperados.
Las personas son demasiado pesimistas sobre la generosidad de sus comunidades.
La justicia y la amabilidad esperadas reducen la desigualdad en la felicidad y aumentan los beneficios de la confianza y las conexiones sociales
En el caso de Perú (Lugar 65 de 147), el informe señala que la percepción de felicidad ha mejorado levemente en comparación con años anteriores, aunque sigue habiendo una brecha importante entre sectores urbanos y rurales. En 2024, solo el 55% de los peruanos afirmó confiar en sus vecinos, mientras que en 2025 esta cifra aumentó al 60%, lo que sugiere un leve fortalecimiento de los lazos comunitarios. El estudio resalta que la desigualdad social, la informalidad laboral y la falta de oportunidades en algunos sectores son factores que inciden negativamente en la felicidad
Chile, por otro lado, se encuentra en una situación particular. Aunque su PIB per cápita es de los más altos de la región, el informe destaca que los niveles de confianza en las instituciones han disminuido en un 12% en los últimos cinco años. Esto ha tenido un impacto directo en la felicidad de los ciudadanos, pues la confianza es uno de los principales factores que contribuyen al bienestar social.
Colombia muestra un caso interesante de resiliencia. A pesar de los desafíos socioeconómicos, el informe destaca que la percepción de felicidad ha aumentado en comunidades que han desarrollado proyectos de cohesión social y participación ciudadana. Un dato relevante es que el 73% de los colombianos encuestados afirmó haber participado en algún acto de voluntariado en el último año, lo que refuerza la idea de que la solidaridad y el apoyo mutuo son claves para la felicidad colectiva.
Estos datos refuerzan la idea de que la felicidad no depende únicamente del crecimiento económico, sino también de la calidad de nuestras relaciones y de la confianza que depositamos en los demás.
La importancia de enseñar la felicidad
Si la felicidad depende en gran parte de la calidad de nuestras relaciones y de la confianza en la comunidad, la escuela debe jugar un papel activo en su desarrollo. Aquí es donde el Aprendizaje Basado en Proyectos (AbP) y el Aprendizaje-Servicio (ApS) específicamente cobran especial relevancia.
El AbP permite a los estudiantes abordar problemas reales mediante el trabajo cooperativo, promoviendo un sentido de propósito y pertenencia. Proyectos en los que los estudiantes investigan problemas locales, como la contaminación en su comunidad o la seguridad vial, no solo les enseñan habilidades académicas, sino que también fortalecen su sentido de agencia y confianza en que pueden transformar su entorno. Como bien señala el informe, "la confianza en los demás y la participación activa en la comunidad son predictores sólidos de felicidad".
El Aprendizaje-Servicio, lleva este enfoque un paso más allá al integrar el servicio comunitario en la experiencia de aprendizaje. Cuando los estudiantes participan en actividades solidarias, como la creación de bibliotecas comunitarias o el apoyo a poblaciones vulnerables, experimentan de primera mano cómo sus acciones pueden generar bienestar en los demás y, al mismo tiempo, en ellos mismos. El informe subraya que "los actos de benevolencia no solo mejoran la felicidad de los receptores, sino también la de quienes los realizan".
En este sentido, la educación tiene el potencial de convertirse en una herramienta transformadora para la felicidad social. No se trata solo de preparar a los estudiantes para el mundo laboral, sino de formar ciudadanos que valoren la cooperación, la solidaridad y la empatía como pilares fundamentales de una sociedad más justa y equitativa.
Hoy, al fin, este artículo ve la luz. Y mientras lo escribo, desarrollo la convicción de que la felicidad no es un concepto abstracto ni un ideal inalcanzable. Está en las pequeñas interacciones cotidianas, en la confianza que depositamos en los demás y en la forma en que decidimos enseñar y aprender. La felicidad (expresada en la acción de darse a los otros) puede enseñarse, por lo tanto el aula es el mejor lugar para empezar.
Comments